Terraplanismo: La Conspiración Moderna Que Desafía Siglos de Ciencia
MUNDOS PARALELOSGRETEL QUINTERO ANGULO
¿De dónde viene el terraplanismo?
Si tu respuesta a esta pregunta es "de la Antigüedad" o "de la Edad Media", te informo de que estás equivocado. El terraplanismo es una corriente de pensamiento pseudocientífica moderna, basada en una mezcla de malentendidos sobre la física y teorías de la conspiración. Intenta presentarse como parte del debate científico actual, aunque no lo sea, y se vende como una idea antigua a pesar de haber surgido en el siglo XIX. Pero veamos todo esto con un poco más de calma.
¿Qué es el terraplanismo?
El terraplanismo es la creencia de que la Tierra es plana —obvio, ¿no?—, en contraposición a las evidencias que han demostrado de manera concluyente que la Tierra es un esferoide oblato (una esfera ligeramente achatada en los polos). En términos generales, quienes lo defienden suelen coincidir en que:
La Tierra es un disco plano en lugar de una esfera. Argumentan que las pruebas visuales y la percepción directa del horizonte muestran una superficie plana.
La gravedad no existe tal como se entiende en la física moderna. En su lugar, algunos proponen que los objetos caen hacia el suelo debido a una aceleración constante de la Tierra plana.
El Sol y la Luna son mucho más pequeños de lo que establece la ciencia y están mucho más cerca de la Tierra. Además, algunos sostienen que el Sol y la Luna giran sobre la Tierra, sin ser cuerpos celestes independientes, justo como se muestra en la figura.
Las fotografías de la Tierra desde el espacio son falsas y manipuladas. Los defensores de esta teoría sostienen que estas imágenes forman parte de una conspiración global para ocultar la "verdadera" forma de la Tierra.
De hecho, el terraplanismo suele asociarse con teorías de conspiración más amplias, como la idea de que la NASA y otras organizaciones científicas han engañado al público durante siglos acerca de la forma de la Tierra. Basándose en estas ideas, los terraplanistas desconocen o niegan la evidencia científica que demuestra la esfericidad de la Tierra, la cual, a diferencia de su teoría, sí se remonta a la Antigüedad.
Por otro lado, afirman contar con explicaciones alternativas, supuestamente comprobables experimentalmente, para diversos fenómenos y leyes de la naturaleza que se verían fuertemente afectadas si la Tierra no fuera esférica. Entre estos se incluyen la sucesión de los días y las noches, el cambio de estaciones y el magnetismo terrestre.
A pesar de las leyendas que sugieren lo contrario, en Europa, durante la Edad Media, la creencia en la esfericidad de la Tierra no se perdió, siendo aceptada por la mayoría de las culturas cristianas, así como por muchos filósofos islámicos. Esto puede verse a partir de los trabajos de estudiosos medievales, que aceptaban que la Tierra era redonda basándose en la obra de Aristóteles y en observaciones astronómicas. También se ve relfejado en obras literarias, como la Divina Comedia, en la que, durante las múltiples descripciones de las distintas partes del planeta, es evidente que este se considera una esfera. Una diagrama del universo descrito por Dante se muestra en la figura que precede a este párrafo.
Durante el Renacimiento (siglos XV-XVI), la exploración de nuevas rutas marítimas y el avance de la astronomía y la física continuaron aportando evidencias a favor de que la Tierra es esférica. Basta buscar en la web diagramas de los diversos modelos cosmológicos de la época para comprobar que, ya fueran geo o heliocéntricos, en todos la Tierra era representada como una esfera. Los marinos de esa época utilizaban ya mapas basados en un modelo de Tierra esférica, y, aunque muy difundida, es falsa la creencia de que fueron Cristóbal Colón y los siguientes exploradores del Nuevo Mundo quienes demostraron ante el mundo moderno que la Tierra es redonda.
Tampoco es cierto que la reticencia a financiar los viajes de Colón se basara, entre otras cosas, en la idea de que, debido a que la Tierra era plana, circunvalarla era imposible. El problema técnico real al que se enfrentaban en los marineros en aquel momento, y que los prevenía de intentar llegar desde Europa al extremo oriental de Asia navegando hacia el oeste, era que sus barcos no tenían la capacidad suficiente para almacenar los alimentos necesarios para un viaje de tal magnitud. De hecho, todo indica que Colón se atrevió a emprender su aventura por al menos una de dos razones: o bien porque sus cálculos estaban errados, arrojando una distancia a recorrer menor que la real; o bien porque tenía en su poder el diario de un marino que, luego de naufragar, llegó a las costas de América y logró regresar a Europa —ni idea de cómo—, dejando evidencia de la existencia de tierras mucho más cercanas a España de lo que se presumía que estaba el extremo este de Asia.
Por supuesto, los viajes de exploración hacia el Nuevo Mundo terminaron por sumar nuevas evidencias acerca de la esfericidad de la Tierra, sobre todo, luego de que la expedición comandada por Fernando Magallanes primero, y por Juan Sebastián Elcano después de la muerte de este en 1521, completó la primera circunvalación a nuestro planeta entre los años 1519 y 1522.
Posteriormente, la invención del avión y el establecimiento de vuelos intercontinentales vinieron a reforzar también el hecho de que la Tierra es esférica. En primer lugar, las ruta más corta entre dos puntos en la superficie de una esfera son arcos de grandes círculos, por lo que los vuelos de larga distancia, como de Nueva York a Tokio, siguen trayectorias que son curvas en mapas planos, pero que en realidad son el camino más directo. Además, a medida que un avión asciende, el horizonte se aleja y se curva hacia abajo; si la Tierra fuera plana, el horizonte siempre estaría al mismo nivel, independientemente de la altitud. También se observa que al acercarse a un destino primero se ven las partes superiores de montañas o edificios altos antes que sus bases, lo que ocurre debido a la curvatura terrestre. Por otro lado, al viajar de este a oeste o viceversa, se cruzan zonas horarias, lo cual solo tiene sentido en un planeta esférico que rota sobre su eje. Asimismo, al volar hacia el hemisferio norte o sur, se pueden observar diferentes constelaciones y estrellas, fenómeno consistente con una Tierra esférica.
Desde hace décadas, además, las imágenes tomadas por los satélites y las misiones espaciales han mostrado de manera inequívoca la curvatura de la Tierra. Igualmente, los sistemas de navegación marítima, aérea y GPS dependen de cálculos matemáticos que se basan en un modelo esférico del planeta; por ello, si la Tierra fuera plana, estos sistemas de geolocalización y navegación no funcionarían con la precisión que conocemos.
Y paro aquí mi recuento porque el artículo es sobre el terraplanismo, pero si las evidecias de la esfercicidad de la Tierra citadas hasta aquí te parecen pocas, puedes conocer acerca de muchísimas otras en estos artículos:
Brevísima historia de la Tierra esférica
Aunque en muchas culturas antiguas la creencia en una Tierra plana era común en los albores de la historia, ya en la antigua Grecia algunos filósofos comenzaron a proponer que la Tierra era esférica. Pitágoras (siglo VI a.C.) sugirió la esfericidad de nuestro planeta basándose en observaciones astronómicas, mientras que en el siglo V a.C., Anaxágoras llegó a la misma conclusión tras observar que, durante un eclipse lunar, la sombra de la Tierra proyectada sobre la Luna era redonda. Posteriormente, Aristóteles (384–322 a.C.) fue uno de los primeros en señalar que el viaje de los barcos y la forma en que las estrellas se ven desde diferentes latitudes eran indicativos de una Tierra esférica, sirviendo sus argumentos para consolidar y popularizar esta idea.
Fue en el tercer siglo antes de Cristo, cuando el matemático y geógrafo Eratóstenes (276–194 a.C.) logró por primera vez –al menos que se tenga registrado– calcular el radio de la Tierra utilizando la diferencia en la longitud de las sombras a la misma hora en dos ciudades de Egipto: Alejandría y Sienna. Vale la pena señalar que el valor del radio obtenido en este experimento, que sorprende por su simplicidad, difiere solo en un 17 % del aceptado actualmente. Posteriormente, los científicos griegos también fueron capaces de desarrollar métodos para el cálculo de la distancia de la Tierra a la Luna y del diámetro de esta.
El resurgimiento del terraplanismo en la época contemporánea:
A pesar de la abrumadora cantidad de pruebas acumuladas en favor de la esfericidad de la Tierra, las teorías terraplanistas nunca desaparecieron por completo y experimentaron un resurgimiento en los siglos XIX y XX, a raíz de una combinación de factores sociales, culturales y tecnológicos. Uno de sus principales impulsores fue Samuel Rowbotham, un escritor inglés que en 1865 publicó el libro Zetetic Astronomy: Earth Not a Globe, donde argumentaba, basándose en observaciones erróneas y malinterpretaciones científicas, que la Tierra era un disco plano centrado en el Polo Norte y delimitado a lo largo de su perímetro por una pared de hielo. Su enfoque pretendía cuestionar la ciencia establecida y promovía la observación directa como única fuente de conocimiento, lo que resonó con ciertos sectores escépticos de la población. Tras la muerte de Rowbotham, sus seguidores fundaron la Universal Zetetic Society (Sociedad Zetética Universal), que permaneció activa hasta poco después de la Primera Guerra Mundial. En 1956, Samuel Shenton revivió la sociedad bajo el nombre de The Flat Earth Society (La Sociedad de la Tierra Plana), que en la actualidad lidera el movimiento terraplanista en todo el mundo. Sus socios sostienen que existe una conspiración para ocultar que la Tierra no es una esfera, y para desmontarla celebran incluso congresos o patrocinan hazañas tan extravagantes como la de “Mad” Mike Hughes y su cohete casero.
Otro factor clave fue el auge del pensamiento religioso literalista, especialmente en sectores protestantes en el Reino Unido y Estados Unidos, donde algunas interpretaciones bíblicas se tomaban literalmente, incluida la visión de una Tierra plana. Este enfoque religioso chocó también con otros avances científicos de la época, como la teoría de la evolución de Darwin, creando un ambiente de desconfianza hacia la ciencia por parte de los creyentes.
Finalmente, el contexto social de cambios rápidos, con avances en la tecnología, la ciencia y la globalización en el cambio de siglo, generó incertidumbre y desconfianza en algunas personas, llevándolas a aferrarse a creencias alternativas que parecían más simples y accesibles. Esto contribuyó a que el terraplanismo encontrara un nicho entre quienes se sentían desconectados de la élite científica y académica.
A lo largo de todo este proceso, la masificación de los medios de comunicación, impresos primero y digitales posteriormente, ha sido clave en la difusión de estas ideas. En especial, la llegada de Internet y las redes sociales en la última parte del siglo XX y principios del XXI dio un nuevo impulso al movimiento. Plataformas como YouTube, Facebook, Twitter y foros en línea han permitido a los defensores de la teoría terraplanista organizarse y difundir su mensaje a una audiencia global, haciendo mucho énfasis además en su conexión con las teorías conspirativas, como la idea de que agencias espaciales como la NASA están ocultando la verdadera forma de la Tierra.
El Terraplanismo desde el punto de vista de la ciencia
El terraplanismo es una creencia pseudocientífica, ya que no cumple con los criterios fundamentales del método científico, como la observación rigurosa, la experimentación reproducible y la capacidad de hacer predicciones precisas. Además, a diferencia de las teorías científicas, que están en constante evolución y pueden ajustarse a nuevas evidencias, las pseudociencias se mantienen inmutables frente a la contradicción de las pruebas que supuestamente aportan. Por lo tanto, EL TERRAPLANISMO NO ES UNA TEORÍA CIENTÍFICA, ni constituye una alternativa válida al “terraesfericismo”. También es relevante destacar que no existe en la actualidad, ni ha existido en los últimos siglos, ningún debate académico acerca de la forma de la Tierra, ya que las evidencias de su esfericidad son abrumadoras.
Desde la perspectiva científica, el terraplanismo se explica más como un fenómeno cultural y psicológico, vinculado a la desconfianza hacia la ciencia establecida, las teorías de la conspiración y la influencia de sesgos cognitivos. Estos sesgos, como el sesgo de confirmación (la tendencia a buscar información que respalde las creencias preexistentes), juegan un papel fundamental en la perpetuación de este tipo de creencia errónea. En lugar de basarse en pruebas empíricas o razonamientos lógicos, el terraplanismo apela a una interpretación simplificada y directa de la realidad. Y aunque en un principio podría parecer algo sin importancia, su florecimiento en la actualidad entraña algunos peligros. Los terraplanistas tienden a rechazar la educación formal y la autoridad de las instituciones científicas, lo que fomenta el escepticismo y desacredita otros campos de investigación, lo cual puede tener consecuencias negativas a largo plazo para el desarrollo del conocimiento.
Al igual que otras teorías conspirativas, el terraplanismo ofrece explicaciones fáciles de asimilar que, aunque erróneas, parecen más accesibles que el conocimiento científico. Este enfoque refuerza la irracionalidad y promueve la opinión personal por encima del razonamiento y del consenso científico. El primer y principal argumento que presentan es que la Tierra es plana porque “se ve” así, instándonos a confiar solamente en lo que puedan percibir directamente nuestros sentidos. Desde el punto de vista de la ciencia moderna, esta forma de pensar constituye un retroceso de varios siglos.
Es importante reconocer también que el terraplanismo tiene un impacto directo en el ámbito educativo y social. Al rechazar el conocimiento científico, contribuye a erosionar el pensamiento crítico en la sociedad, especialmente entre los jóvenes. Este fenómeno puede crear una desconexión con los avances científicos y la razón, lo que subraya la importancia de promover la educación científica y el pensamiento crítico desde una edad temprana, para contrarrestar creencias sin fundamento y fortalecer la comprensión pública de los métodos científicos, promoviendo la educación científica y la difusión del conocimiento basado en la evidencia.