Teoría de género en ocho minutos
SUELTAS Y SIN VACUNARGRETEL QUINTERO ANGULO
El género es el conjunto de características sociales, políticas, culturales, económicas y jurídicas asignadas a las personas de manera diferenciada según su sexo, de conjunto con las formas de comportamiento que se esperan de los seres humanos a partir de estas. Por ejemplo, en la Europa y América modernas, se supone que los individuos de sexo masculino deberían ser todos autónomos, fuertes de carácter, firmes en sus decisiones y principios, y por tanto de ellos se espera que sean capaces de establecer y lograr objetivos individuales, y de tomar de manera natural y efectiva el liderazgo y control de cualquier situación de su vida pública o privada. En cambio, la ternura, la delicadeza, la debilidad y la duda se asocia con los individuos de sexo femenino, esperándose de ellos que sean sumisos, complacientes, bellos, dulces, pacientes y comprensivos y que estén dispuestos siempre a asumir el cuidado de los demás.
Las sociedades de occidente se han caracterizado tradicionalmente por un sistema de género binario: hombre (sexo masculino)-mujer (sexo femenino). Sin embargo, la existencia de comunidades con sistemas de género no binarios, en las que lo masculino y femenino conviven con otros géneros cuyas características mezclan las de estos dos, y cuyo rol en la comunidad es distinto al de hombres y mujeres, está bien documentada. Tal es el caso de los llamados "dos espíritus" de las tribus nativas de Norteamérica o de los mahu entre los aborígenes de Hawái. En las últimas décadas, a partir del no reconocimiento en los roles de género tradicionales por parte de muchas personas, occidente ha vivido la aparición de nuevas expresiones de género que transgreden el binarismo imperante en un intento, aún fallido, por superarlo.
El conjunto de características que conforman los géneros resulta de condicionamientos históricos, económicos y sociales, y se construyen de manera activa según las creencias, los mitos, las costumbres y, en general, la subjetividad social que dichos condicionamientos generan. En consecuencia, no son inmutables, y responden a las circunstancias, el lugar y la época en la que existen.
Recuerdo que, durante mi infancia y adolescencia, en la Cuba de finales del milenio, "maricón" era uno de los calificativos que se aplicaban de manera peyorativa a los hombres que se atrevían a llevar aretes o a tener el pelo largo por considerarse ambas cosas signos evidentes de feminidad. Estas prácticas estaban prohibidas en las escuelas y centros laborales, y en mi preuniversitario había un profesor que iba de aula en aula con un par de tijeras para cortar el cabello de los muchachos que intentaban infringir la norma. Sin embargo, en la Cuba y el mundo actual, muchos hombres llevan pendientes o el cabello largo sin que esto afecte su prestigio social o sus oportunidades profesionales.
Este ejemplo nos permite apreciar que los roles y las expectativas de género son en gran medida una construcción social y no una separación natural e inherente a la condición biológica de los individuos. Muestra además cómo la participación de las personas en las instituciones sociales está regulada por las actitudes que en un momento dado cierta sociedad considera como masculinas o femeninas. Consideración que, una vez establecida en la psicología tanto colectiva como individual, se reproduce a través de la educación, las normas (legales o no) y, en general, el comportamiento de quienes nos rodean y de nosotros mismos. De ahí la famosa frase de Simone de Beauvoir, que ahora parafraseo: "No se nace mujer, se llega a serlo", y que, por cierto, vale también para los hombres, ya que todos aprendemos desde pequeños cómo se espera que nos comportemos de acuerdo con nuestro sexo y qué hacer para ir ajustándonos a nuestro correspondiente rol de género.
Género, sexo y orientación sexual
El sexo se define como el conjunto de características biológicas y fisiológicas que diferencian a hombres y mujeres, mientras que el término género se refiere a una construcción sociocultural, por tanto, sexo y género no son lo mismo. De manera resumida podríamos decir que el sexo es biológico mientras que el género es social.
Al contrario de lo que muchos piensan, estos conceptos son complementarios y no excluyentes. La teoría de género sí reconoce las diferencias biológicas entre los sexos -de hecho, se construye desde ellas-, pero rechaza que estas justifiquen roles sociales fijos, mostrando que los estereotipos de género reflejan en igual o mayor medida nuestras creencias sociales que la biología.
También vale la pena aclarar que género no es lo mismo que orientación sexual; se puede ser, por ejemplo, mujer y heterosexual, mujer y homosexual, o mujer y bisexual. Igualmente, el concepto de género se diferencia del de identidad de género, pues el primero se refiere a roles asignados socialmente, mientras que la identidad de género expresa cuánto un individuo se alinea o no con dicho rol, decidiendo hasta qué punto desea asumirlo o separarse de él.
Orígenes de la teoría y el término
La idea de género surgió en la antropología y sociología del siglo XX, cuando comenzó el debate sobre hasta qué punto la conducta humana es aprendida y hasta qué punto biológica. En 1928, Margaret Mead, basándose en sus estudios en comunidades de Nueva Guinea, sugirió que las diferencias de comportamiento entre los sexos podrían depender más de factores culturales que biológicos. Más tarde, el psicólogo John Money y el psiquiatra Robert Stoller formalizaron la distinción entre sexo y género, siendo Money quien popularizó el término en la década de 1950. Desde 1970, el feminismo ha utilizado los estudios de género para analizar las desigualdades entre hombres y mujeres a lo largo de la historia y en la sociedad actual, y para identificar cuáles de estas diferencias son culturales y, por tanto, modificables, especialmente en el caso de aquellas que alimentan prejuicios y discriminación.
Feminismo y teoría de género
El feminismo, en tanto pretende la reinstauración de la humanidad de la mujer, haciéndola trascender más allá de su rol tradicional de cuidadora hacia espacios donde pueda desarrollar todas sus capacidades y ejercer todos sus derechos, se apoya en la teoría de género en su lucha por eliminar las barreras sociales, culturales y legales que impiden la realización plena de las mujeres, así como a la hora de visibilizar los estereotipos y los prejuicios que dan lugar a discriminación, violencia e injusticias.
Por ejemplo, hace unos ciento cincuenta años, en la mayoría de los países de América y Europa, las mujeres tenían prohibido estudiar en las universidades (injusticia), bajo la creencia de que carecían de intereses intelectuales o capacidad para la creatividad y el pensamiento crítico (prejuicio). Aunque hoy en día las mujeres ya tenemos acceso a la educación superior, estos prejuicios persisten. Se sigue pensando que ciertas carreras son más adecuadas a la "naturaleza" femenina, y las mujeres que mostramos interés por las ciencias duras seguimos siendo vistas como una rareza. Esto nos enfrenta a barreras que, aunque ya no son legales, continúan presentes en nuestra subjetividad y disuaden a muchas mujeres de seguir estas carreras, al creer que no serán capaces o que el éxito en esas profesiones está reservado exclusivamente a los hombres.
Pero la teoría de género no solo cuestiona el rol tradicional de la mujer, sino también el del hombre, por lo que podría de igual forma contribuir a liberarlos de la obligación de tener que ajustarse a ciertos estereotipos para lograr el éxito o, a veces, simplemente para sobrevivir. De hecho, algo que me sorprendió mucho las primeras veces que conversé con hombres sobre este tema es que ellos a menudo se sienten muy presionados por su entorno a asumir liderazgos que no desean. Recuerdo en particular a dos amigos, con historias de vida muy diferentes, que me contaron cómo decidieron terminar, cada uno en su momento, relaciones románticas estables y largas al darse cuenta de que de una forma u otra sus novias esperaban que ellos definieran y organizaran la vida de ambos, pues la idea de ser responsables del futuro de otra persona, cuando ni siquiera sabían qué hacer con el suyo, les generaba una gran ansiedad.
Impacto social y polémica
La teoría de género proporciona herramientas esenciales para desafiar los estereotipos rígidos y promover una mayor flexibilidad y diversidad en la expresión individual, además de ofrecer medios para identificar diversas formas de discriminación y violencia. Desde esta perspectiva, ha influido en la creación de leyes y programas que promueven la igualdad y protegen contra la discriminación, el acoso sexual y la violencia de género. También ha impulsado cambios en la educación, a través de currículos más inclusivos que fomentan el respeto, la equidad y la diversidad. Pero su utilidad y aciertos no implican que esté exenta de fallos ni que de su aplicación solo se deriven resultados positivos.
Actualmente, la principal crítica que se hace a esta teoría plantea que al enfatizar el género como una construcción social, se tiende a minimizar o ignorar las diferencias biológicas entre los sexos, lo que de hecho ya ha llevado a políticas y prácticas que no consideran realidades biológicas importantes, especialmente en áreas como el deporte, la salud y la educación. Además, algunos señalan que al permitir que las identidades de género reemplacen al sexo en las legislaciones, se podría afectar la protección específica que algunas leyes garantizan a las mujeres.
El otro punto muy polémico es la identidad de género y los derechos de las personas transgénero. Este es un tema altamente controvertido, ya que existen enfoques diversos en la comunidad médica y científica al respecto, y dentro del cual la teoría de género ha sido uno de los principales argumentos detrás de políticas que, si bien han posibilitado a muchos adultos realizar tratamientos hormonales y cirugías de reasignación de sexo deseadas y exitosas, al mismo tiempo han promovido legislaciones que permiten a niños y adolescentes someterse a estos mismos tratamientos, llevándolos a tomar decisiones irreversibles y riesgosas en una etapa de la vida donde la identidad aún no está completamente formada. En ambos casos se trata de problemas bien delicados, que nos enfrentan a la interrogante de cómo aplicar el conocimiento aportado por la teoría de género para construir una sociedad mejor de una manera realmente efectiva, sin perjudicar la vida y los derechos de terceros, y mucho menos de las personas que se pretende defender.
A pesar de sus limitaciones e imperfecciones, considero que la teoría de género sigue siendo una de las herramientas conceptuales más valiosas del feminismo, pues permite a las personas identificar cómo han internalizado ciertos roles impuestos por la sociedad, y cómo estos pueden llegar a restringir su potencial y capacidad de acción. Al comprender estos mecanismos, podemos ser más conscientes de cómo perpetuamos estas normas en nuestra vida cotidiana, lo que nos brinda la oportunidad de visibilizarlas, cuestionarlas y finalmente liberarnos de ellas, viviendo de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza y voluntad, en lugar de seguir ciegamente mandatos sociales que, para muchos, no tienen sentido.
No obstante, es crucial no dejarnos llevar ciegamente por nuestras creencias. Como cualquier teoría científica, la teoría de género tiene un ámbito de validez y aplicación específicos. Extrapolarla más allá de estos límites puede llevar no solo a contradicciones, sino también a errores significativos. Además, como parte del cuerpo de conocimiento científico, está sujeta a revisión y mejora continua, y no debe ser vista como una verdad absoluta ni situarse por encima de los estudios sobre las diferencias entre los sexos que provienen de otras disciplinas. Por ello, es fundamental abordarla a través de fuentes certificadas y confiables, y manteniendo siempre un espíritu abierto y crítico.

