Cuba, el Donbás del Caribe

Crónica de una guerra sin bombas

DUVIER SUÁREZ FONTANELLAISLA PERDIDA

Duvier Suárez Fontanella

11/10/20243 min read

Hacen bien los dirigentes cubanos en usar el uniforme militar, ya que gobiernan sobre una zona de guerra. Solo así puede entenderse el paisaje que envuelve a la Isla en estos tiempos: apagones generalizados que dan paso al caos nocturno, días enteros sin agua, gas, ni telefonía móvil o fija. Largas colas se extienden debido a la escasez o los precios elevados de los alimentos y otros bienes de primera necesidad, que ya se han convertido en lujos, como el champú o las almohadillas sanitarias. La indigencia se apodera de las calles, mientras los medios anuncian que ya casi vencemos, con una retórica desgastada por la realidad.

Amanece en el Donbás del Caribe; sus calles muestran huellas de intensos ataques de mortero, con cráteres abiertos donde alguna vez descansó el asfalto. La vegetación ya asoma en la mayoría de estos, demostrando que las agresiones comenzaron hace mucho tiempo. El enemigo se ceba y ataca en todas partes: Habana Vieja, Vedado, la icónica avenida 23 y su Rampa; ni una sola calle se salva.

Los edificios, convertidos en tristes ruinas, gritan al mundo la verdad. Mientras tanto, cada ser que sobrevive entre los escombros sueña con irse. "No se puede hacer más nada este año, aún estamos en guerra", dice el vocero.

Basurero, basurero, que nadie quiere mirar, ni recoger. Las acumulaciones de desechos emergen en cada pequeño rincón de la ciudad como muestra ineludible de su podredumbre. El olor nauseabundo inunda cada esquina, cada barrio, atrayendo almas en pena que migran de isla en isla en busca de algunas sobras.

La escasez de medicinas ha hecho florecer un mercado de vidas; la compra, venta o intercambio de cualquier tipo de medicamento es algo normal en el día a día del cubano. Y se entiende cuán rentable es cuando los clientes deben elegir entre comprar o morir.

Los rumores y la desinformación de cualquier tipo se propagan como llamas en hojarasca, avivados por la prensa oficialista que calla o habla demasiado tarde, cuando su discurso ya ha sido revisado y bendecido por aquellos que custodian la pureza ideológica.

Como suele suceder en tiempos de guerra, la corrupción y las conductas sin escrúpulos florecen con inquietante rapidez. La atención a los ciudadanos, en los escasos centros aún en pie, evoca escenas icónicas del cine gánster. Puedes encontrarte pagando una comisión que supera tu salario a un Don Vito Corleone que ahora atiende la vivienda en Playa, o a un Tony Montana en cualquier bufete de abogados de Centro Habana.

La guerra ha traído también la fragmentación social, hundiendo cada vez más en un abismo de desilusión y miseria a maestros, científicos, médicos, ingenieros y profesionales cualificados en general. Pero, si alguien está padeciendo más, son los mayores, los jubilados; aquellos para quienes, tras toda una vida de servicio, el gobierno ha determinado que el equivalente monetario a 15 huevos es un retiro digno. Recemos para que los precios del huevo no sigan subiendo.

Oscurece ya en el Donbás del Caribe. A lo lejos, el ensordecedor sonido de unos calderos anuncia la llegada de otra noche. Otra más en la que el gobierno tendrá que apagar hasta la última luz. Tendremos que guardar silencio, el enemigo podría saber nuestra posición. Y mientras la Luna asoma, en ciertos rincones donde han logrado arrancarle un suspiro de vida a la electricidad, varios soldados se agrupan en torno al parpadeo del televisor, atentos a las nuevas órdenes del líder para salir adelante y vencer en esta guerra contra nosotros mismos.

“Un estado en guerra solo sirve como

excusa para la tiranía doméstica.”

Aleksandr Solzhenitsyn